viernes, 24 de septiembre de 2010

Literatura felina: Pablo Neruda


Desaparición o muerte de un gato

Pablo Neruda

También la vida tiene misterios sencillos e inaccesibles, existen los rumores del granero inacabablemente, el perpetuo acabarse de las nueces verdes y amargas, la caída de las peras olorosas madurando, se reviene la sal transparente, desaparece o muere el gato de María Soledad. Hasta su cola era usada como un instrumento, el color era de retículos negros y blancos, era una forma familiar y animada andando en cuatro píes de algodón, oliendo la noche fría y adeversa, roncando su actitud misteriosa en las direcciones de la alfombra.
Se ha escurrido el gato con sigiliosidad de aire, nadie lo encuentra en la lista de sol que comía atardeciendo, no aparece su cola de madera flexible, tampoco relucen sus verdes mitades pegadas a la sombra como clavándolas a los rincones de la casa.
Ahí está María Soledad, con los cuadros del delantal jugando con los ojos a los dados, pensando en los rincones preferidos del gato y en su fuga o en su muerte de la que ella no es culpable, María Soledad a quien también le cuesta igilar sus ojos anchos. Para los días que dure la ausencia deja de ponerse alegre como si el color del gato hubiera estado anillado con sus risas de agua. En la noche estaríalos estremeciendo el fulgor de la luna, él a los pies de ella, pasarían las rondas de la noche, tocarían las grandes horas solitarias; entonces María Soledad, está más lejos, con esa lejanía de ojos cerrados, pasan campos y países debajan puentes, cielos, no se llega nunca, nunca a fondear tu sueñoa ninguna distancia, con ningún movimiento, María Soledad, solo tu gato fulgurece los ojos y te sigue, ahuyentando mariposas extrañas. Ahí está de repente, a la orilla de un viejo mueble, aparece con su pobreza verdadera, con su realidad de animal muerto, entonces está llorando de nuevo, María Soledad, tus lágrimas caesn, lagunan al borde del compañero, la sola muerte señala el llanto caído, más allá el balcón de los sueños sin regreso.

Atenea, Concepción, mayo de 1926 / Anillos, 1926

domingo, 19 de septiembre de 2010

El viejo cuaderno se renueva


Este cuaderno ya parece una casa abandonada. Así como la de la fotografía: desvencijada, descuidada. Pareciera que al dueño no le importara si se va desmoronando poco a poco. Pero sí me importa. Aunque le tenga abandonado, le tengo cariño a este blog, a este espacio cómplice donde he compartido lecturas, películas, escritos y uno que otro secreto que dejó de serlo apenas lo sometí a la fisgona mirada de Internet.

En medio de los afanes, a veces le doy vuelta, veo como algunos de los blog más queridos están igual: la indeseada despedida de El ojo en la paja hace dos meses, la furia detenida hace nueve meses de Angry Girl, Mi querida Extranjera que por lo visto dejó de serlo y ya se acomodó a Nueva York, La Agencia Pinocho que hace mucho rato pasó a mejor vida y ahora es una gran agencia de noticias (falsas, porsupuesto) con una página Web a toda ley. Supongo que así debe ser la vejez, cuando uno ve que los amigos se van quedando al lado del camino y cuando se mira también está por fuera hace rato.


Sin embargo, el Cuaderno se niega a morir. La culpa de su letargo fue totalmente de su dueño, podríamos atribuirsela a exceso de trabajo, a una tristeza y rabia chiquitica que se estaba enquistándo y creciendo, pero que fue debidamente exorcisada. Ahora estoy de vuelta, con el ánimo de cambiar de ropajes este blog, darle una nueva cara al Cuaderno y postear con regularidad mis obsesiones compulsivas, los textos de literatura felina, los juicios y otras cositas que me encuentro por aquí y por allá que quiera compartir con quienes deseen ojear de vez en cuando esta bitacora.

Gracias por la espera.