El libro Error humano de Chuck Palahniuk tiene un buen ensayo llamado No perseguir a Amy (1). Este, como otros textos que pegaré luego, tiene perlitas, consejitos, algunos útiles, otros no tanto, sobre el proceso de creación literaria. Que a quienes andan, como Samuel, con la pretensión de escribir, les pueden ayudar a tomar algunas decisiones… a veces.
Sin más, ahí “os” van algunos fragmentos arbitrariamente seleccionados por Samuel conservando algunos detalles espantosos de la traducción española:
Sin más, ahí “os” van algunos fragmentos arbitrariamente seleccionados por Samuel conservando algunos detalles espantosos de la traducción española:
Cuando se estudia el minimalismo en el seminario de Tom Spanbauer, el primer relato que se lee es «La cosecha» de Amy Hempel. Luego «Callejeros» de Mark Richard. Y después de eso, ya estás perdido.
Si os encantan los libros, si os encanta leer, está es una línea que tal vez no queraís cruzar.
No estoy de broma. Si pasaís de este punto, casi todos los libros que leaís en adelante os parecerán una mierda. ¿Todos esos libros en tercera persona donde lo que importa es seguir la trama y están sacados de las páginas del periódico de hoy? Pues bueno, después de Amy Hempel os vais a ahorrar un montón de tiempo y dinero.
(…)
Al principio «La cosecha» parece una lista de compra llena de detalles. Y al final de las siete páginas uno no tiene ni idea de por qué está llorando. Uno se siente un poco confuso y desorientado. No es más que una simple lista de hechos presentados en primera persona, pero de alguna forma esa lista consigue componer algo más que la suma de sus partes. La mayoría de los hechos son hilarantes, pero en el último momento cuando la risa te ha desarmado, va y te rompe el corazón.
Ella te rompe el corazón. La perversa Amy Hempel. Eso es lo primero que Tom te enseña. Que un buen relato tiene que hacerte reír y un momento después romperte el corazón. Y lo siguiente es que nunca vas a escribir tan bien. Esa parte no la aprendes hasta que has hechado a perder un montón de papel y has desperdiciado tu tiempo libre con un bolígrafo en la mano durante años y años. En cualquier horrible momento puedes coger un ejemplar de Amy Hempel y descubrir que tu mejor obra no es más que una imitación barata de la peor de ella.
Para demostrar el minimalismo, los estudiantes se sientan alrededor de la cocina de Spanbauer durante diez semanas y diseccionan «La cosecha».
El primer aspecto que se estudia es el que Tom llama los «caballos». La metáfora es la siguiente: si vas en carromato de Utah a California, usas los mismos caballos para todo el camino. Si en lugar de caballos poneís «motivos recurrentes» o «ideas repetidas», os haréis a la idea. En el minimalismo, un relato es una sinfonía que crece y crece, pero nunca crece la línea melódica original. Todos los personajes y las escenas, las cosas que parecen distintas, todas ilustran algún aspecto del tema de la historia.
(…)
El siguiente aspecto es lo que Tom llama la «lengua quemada». Es una forma de decir algo pero diciéndolo mal, retorciéndolo para hacer que el lector tenga que ir más despacio. Obligando al lector a leer con mayor atención y no solamente ojear una superficie de imágenes abstractas, adverbios que sirven de atajo y clichés.
(…)
Otra cosa que se estudia en el minimalismo es el «registro del angel». Esto quiere decir escribir sin hacer juicios. Al lector no se le describe nada como «gordo» o «feliz». Solamente se pueden describir acciones y apariencias de una forma que haga que el juicio aparezca en la mente del lector. Sea lo que sea, uno lo disgrega en forma de detalles que se vuelvan a reunir en la mente del lector.
(…)
Así que hemos hablado de los «caballos», de la «lengua quemada» y del «registro de ángel». Ahora nos referimos a escribir «en el cuerpo».
Hempel enseña que una historia no tiene que ser un flujo constante de bla, bla, bla que intimide al lector para obligarlo a prestar atención. No hay que agarrar al lector de las orejas y hacerle tragar todos y cada uno de los momentos. En cambio, la historia puede ser una sucesión de detalles sabrosos, olorosos y táctiles. Lo que Tom Spanbauer y Gordon Lish llaman «ir por el cuerpo», darle al lector una reacción física simpática, involucra al lector a un nivel visceral.
El único problema del palacio de fragmentos de Hempel es lo difícil que difícil que resulta citarlo. Sacad cualquier parte del contexto y perderá su poder. El filósofo francés Jacques Derrida compara escribir ficción con un código de software que opera en el hardware de la mente. Con engarzar macros individuales que, combinadas, crean una reacción. Ninguna ficción consigue esto tan bien como la de Hempel, pero todas sus historias son tan tensas, y están tan despojadas de todo lo que no son datos desnudos, que lo único que uno puede hacer es tumbarse en el suelo boca abajo y elogiarla.
Si os encantan los libros, si os encanta leer, está es una línea que tal vez no queraís cruzar.
No estoy de broma. Si pasaís de este punto, casi todos los libros que leaís en adelante os parecerán una mierda. ¿Todos esos libros en tercera persona donde lo que importa es seguir la trama y están sacados de las páginas del periódico de hoy? Pues bueno, después de Amy Hempel os vais a ahorrar un montón de tiempo y dinero.
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Al principio «La cosecha» parece una lista de compra llena de detalles. Y al final de las siete páginas uno no tiene ni idea de por qué está llorando. Uno se siente un poco confuso y desorientado. No es más que una simple lista de hechos presentados en primera persona, pero de alguna forma esa lista consigue componer algo más que la suma de sus partes. La mayoría de los hechos son hilarantes, pero en el último momento cuando la risa te ha desarmado, va y te rompe el corazón.
Ella te rompe el corazón. La perversa Amy Hempel. Eso es lo primero que Tom te enseña. Que un buen relato tiene que hacerte reír y un momento después romperte el corazón. Y lo siguiente es que nunca vas a escribir tan bien. Esa parte no la aprendes hasta que has hechado a perder un montón de papel y has desperdiciado tu tiempo libre con un bolígrafo en la mano durante años y años. En cualquier horrible momento puedes coger un ejemplar de Amy Hempel y descubrir que tu mejor obra no es más que una imitación barata de la peor de ella.
Para demostrar el minimalismo, los estudiantes se sientan alrededor de la cocina de Spanbauer durante diez semanas y diseccionan «La cosecha».
El primer aspecto que se estudia es el que Tom llama los «caballos». La metáfora es la siguiente: si vas en carromato de Utah a California, usas los mismos caballos para todo el camino. Si en lugar de caballos poneís «motivos recurrentes» o «ideas repetidas», os haréis a la idea. En el minimalismo, un relato es una sinfonía que crece y crece, pero nunca crece la línea melódica original. Todos los personajes y las escenas, las cosas que parecen distintas, todas ilustran algún aspecto del tema de la historia.
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El siguiente aspecto es lo que Tom llama la «lengua quemada». Es una forma de decir algo pero diciéndolo mal, retorciéndolo para hacer que el lector tenga que ir más despacio. Obligando al lector a leer con mayor atención y no solamente ojear una superficie de imágenes abstractas, adverbios que sirven de atajo y clichés.
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Otra cosa que se estudia en el minimalismo es el «registro del angel». Esto quiere decir escribir sin hacer juicios. Al lector no se le describe nada como «gordo» o «feliz». Solamente se pueden describir acciones y apariencias de una forma que haga que el juicio aparezca en la mente del lector. Sea lo que sea, uno lo disgrega en forma de detalles que se vuelvan a reunir en la mente del lector.
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Así que hemos hablado de los «caballos», de la «lengua quemada» y del «registro de ángel». Ahora nos referimos a escribir «en el cuerpo».
Hempel enseña que una historia no tiene que ser un flujo constante de bla, bla, bla que intimide al lector para obligarlo a prestar atención. No hay que agarrar al lector de las orejas y hacerle tragar todos y cada uno de los momentos. En cambio, la historia puede ser una sucesión de detalles sabrosos, olorosos y táctiles. Lo que Tom Spanbauer y Gordon Lish llaman «ir por el cuerpo», darle al lector una reacción física simpática, involucra al lector a un nivel visceral.
El único problema del palacio de fragmentos de Hempel es lo difícil que difícil que resulta citarlo. Sacad cualquier parte del contexto y perderá su poder. El filósofo francés Jacques Derrida compara escribir ficción con un código de software que opera en el hardware de la mente. Con engarzar macros individuales que, combinadas, crean una reacción. Ninguna ficción consigue esto tan bien como la de Hempel, pero todas sus historias son tan tensas, y están tan despojadas de todo lo que no son datos desnudos, que lo único que uno puede hacer es tumbarse en el suelo boca abajo y elogiarla.
(1) Chuck Palahniuk. No perseguir a Amy. In: Error humano. Barcelona: De Bolsillo; 2007. p. 161-166.
1 comentario:
Yo ya pase por el mundo Blog, BellavistaClubSocial, finalmente decidi borrarlo para siempre, es una buena experiencia, hice y me quedan buenos amigos de esa epoca blogera.
Mucha suerte con el tuyo Samuel.
Fernando
Barcelona
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