Fue el sábado pasado a las dos y veinte de la tarde. Mientras instalaba el controlador de la tarjeta inalámbrica al computador del agüelo (mi papá, pero desde que nació mi sobrino es el agüelo para todos) también estaba escribiéndo un mensaje para Mario Jursich, donde le remitía algunas páginas web sobre el vértigo de Méniere. Qué curioso, el vértigo se contagia con sólo pensar en él, pensé. Fue ahí cuando el agüelo me preguntó o afirmó o gritó: ¿Está temblando! Sí, está temblando, respondí.
La persiana verde del estudio se sacudía de norte a sur. Nos paramos y nos hicimos debajo del marco de la puerta. Lina, mi esposa, salió corriendo de la habitación, iba derecho hacia la salida del apartamento, pero la atajé en el corredor y la abracé. Éramos tres ilusos debajo de una mínima estructura metálica de máximo diez centímetros de ancho. El agüelo tenía las manos contra las paredes como pidiéndole a los muros que no se movieran, yo sólo esperaba ver quietas las persianas y Lina gritaba: ¡suéltame, déjame salir! Dicen que duró cuarenta segundos.
La última vez que había sentido uno fue en 1995 y estuve paranoico como seis meses. En esa ocasión, instalé un sismógrafo. Amarré una llave de un hilo y la colgué en el techo sobre mi cama. Cuando me despertaba con la sensación de que estaba temblando miraba la llave quieta y podía volverme a dormir. Esta vez no ha sido necesario, porque Lina será quien me despierte con el pito que colgó en su cuello. Al menos si no alcanzamos a evacuar, podremos avisar en donde estamos sepultados… bueno, siempre y cuando quedemos vivos, dice ella.
Y a todas estas… ¿cómo les fue a ustedes con el susto? Bueno, a los que estaban en Bogotá.
4 comentarios:
Les comento a los lectores invisibles, que me da cierta risa nerviosa con esto de los temblores porque uno, me refiero al ser humano, se vuelve un bicho más de esa naturaleza feroz, y me da pensar si ella no es más que otro ser vivo, que de vez en cuando estalla en iras planetarias de su malestar y deja su saldo de víctimas con los bichos humanos. El temblor del sábado fue divertido para mi. Estaba andando con un vasito de tinto en las afueras de la Biblioteca Virgilio Barco, y me dio por determe en mi avanzar meditativo, y veo que las aguas de las fuentes que rodean la estrutura maravillosa de la edificación salmoniana, empiezan a mecerse y me da la risa nerviosa y me digo que esta tem-blan-do, y las aguas detenidas de la fuente se mecian como breves y ligeros oleajes fortuitos y la risa me ganaba mientras avanzaba hacia la entrada de abajo en la cafetería cuando veo el gentió aglomerado en la puerta y las caras de susto, y la evacuación, y las palabras de agradecimiento de los creyentes de que pare esto Dios mio, y se acabó el drama. Volver a empezar la rutina de seguir en la biblioteca pensando en que uno frente a la inmensa naturaleza feroz es un bicho más.
De por dios Samuel, ¿qué tan trágico puede ser un pequeño movimiento de suelo? ¿o mejor le pregunto a Lina?
El mío fue en la biblioteca del Tunal, despues de haberme tomado un tinto me paré y un señor a mi lado me pregunta en un casi susurro "¿está temblando?" yo, me detengo en mis cuatro pies (los noramles y las muletas)y afirmo con la cabeza mientras veo cómo la gente corre de lado a lado sin saber qué hacer.
Yo muy calmado miro alrededor, de inmediato recuerdo lo del marco en la puerta y el primero que veo está hecho en ladrillos y mide no más de 10 cms, carajo que si este techo se cae aquí quedo, pero bueno, mientras pensé en todo esto ya había terminado el sismo.
Nada que temer, excepto qué hacer uno en muletas en caso de un terremoto...
Me pregunto entonces, ¿cómo hacen en los hospitales con gente en camillas y ese cuento?
Un abrazo
En los hospitales... nada. Esperar a que pase el remezón.
Andres,desde hace no mucho tiempo he podido percibir que el mundo es perfecto y que ademas no podria ser de otra manera (podria ser de sabores, olores, colores diferentes)e igual seria perfecto. Si cada remesòn de la madre tierra nos cambiara la forma de mirar el mundo tal vez temblaria màs seguido o tal vez temblariamos màs ante los eventos de nuestras vidas.
Los temblores que he sentido en la vida me han mostrado que la vida ocurre solo en aquel pequeño instante en el que ocurre el movimiento de la tierra, en donde el pasado con son buenos o malos juicios de valor ya no tienen valor alguno y donde el futuro me muestra que se puede caer a la mitad, y que solo en aquel momento de tiempo perpetuo es donde esta la realidad y donde si lo decido puedo ser feliz solo en ese instante: Disfrutando con unas cosquillitas en la barriga el balanceo suave del edificio...
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