sábado, 19 de julio de 2008

"Puto el que lea esto"

El 11 de mayo pasado publiqué una entrada sobre el primer párrafo. Hace pocos días me encontré de carambola (como enviado desde el más allá) este magnifico texto de Roberto Fontanarrosa sobre el tema. No me aguanté y decidí replicarlo. ¡Qué lo disfruten!

Palabras iniciales
Por Roberto Fontanarrosa

“Puto el que lee esto.”
Nunca encontré una frase mejor para comenzar un relato. Nunca, lo juro por mi madre que se caiga muerta. Y no la escribió Joyce, ni Faulkner, ni Jean-Paul Sartre, ni Tennessee Williams, ni el pelotudo de Góngora.
Lo leí en un baño público en una estación de servicio de la ruta. Eso es literatura. Eso es desafiar al lector y comprometerlo. Si el tipo que escribió eso, seguramente mientras cagaba, con un cortaplumas sobre la puerta del baño, hubiera decidido continuar con su relato, ahí me hubiese tenido a mí como lector consecuente. Eso es un escritor. Pum y a la cabeza. Palo y a la bolsa. El tipo no era, por cierto, un genuflexo dulzón ni un demagogo. “Puto el que lee esto”, y a otra cosa. Si te gusta bien y si no también, a otra cosa, mariposa. Hacete cargo y si no, jodete. Hablan de aquel famoso comienzo de Cien años de soledad, la novelita rococó del gran Gabo. “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento...” Mierda. Mierda pura. Esto que yo cuento, que encontré en un baño público, es muy superior y no pertenece seguramente a nadie salido de un taller literario o de un cenáculo de escritores pajeros que se la pasan hablando de Ross MacdDonald.
Ojalá se me hubiese ocurrido a mí un comienzo semejante. Ese es el golpe que necesita un lector para quedar inmovilizado. Un buen patadón en los huevos que le quite el aliento y lo paralice. Ahí tenés, escapate ahora, dejá el libro y abandoname si podés.
No me muevo bajo la influencia de consejos de maricones como Joyce o el inútil de Tolstoi. Yo sigo la línea marcada por un grande, Carlos Monzón, el fantástico campeón de los medio medianos. Pumba y a la lona. Paf... el piñazo en medio de la jeta y hombre al suelo. Carlitos lo decía claramente, con esa forma tan clara que tenía para hablar. “Para mí el rival es un tipo que le quiere sacar el pan de la boca a mis hijos.” Y a un hijo de puta que pretenda eso hay que matarlo, estoy de acuerdo.
El lector no es mi amigo. El lector es alguien que les debe comprar el pan a mis hijos leyendo mis libros. Así de simple. Todo lo demás es cartón pintado. Entonces no se puede admitir que alguien comience a leer un libro escrito por uno y lo abandone. O que lo hojee en una librería, lea el comienzo, lo cierre y se vaya como el más perfecto de los cobardes. Allí tiene que quedar atrapado, preso, pegoteado. “Puto el que lee esto.” Que sienta un golpe en el pecho y se dé por aludido, si tiene dignidad y algo de virilidad en los cojones. (…)

Allí, a ese mar de palabras, adjetivos, verbos y ditirambos, señores, hay que lanzar el nuevo libro, el nuevo relato, la nueva novela que hemos escrito desde los redaños mismos de nuestros riñones. Allí, a ese interminable mar de volúmenes flacos y gordos, altos y bajos, duros y blandos, hay que arrojar el propio, esperando que sobreviva. Un naufragio de millones y millones de víctimas, manoteando desesperadamente en el oleaje, tratando de atraer la atención del lector desaprensivo, bobo, tarado, que gira en torno a una mesa de saldos o novedades con paso tardío, distraído, pasando apenas la yema de sus dedos innobles sobre la cubierta de los libros, cautivado aquí y allá por una tapa más luminosa, un título más acertado, una faja más prometedora. Finge. El lector finge. Finge erudición y, quizás, interés. Está atento, si es hombre, a la minita que en la mesa vecina hojea frívolamente el último best-seller, a la señora todavía pulposa que parece abismarse en una novedad de autoayuda. Si es mujer, a la faja con el comentario elogioso del gurú de turno. Si es niño, a la musiquita maricona que despide el libro apenas lo abre con sus deditos de enano.
Y el libro está solo, feroz y despiadadamente solo entre los tres millones de libros que compiten con él para venderse. Sabe, con la sabiduría que le da la palabra escrita, que su tiempo es muy corto. Una semana, tal vez. Dos, con suerte. Después, si su reclamo no fue atractivo, si su oferta no resultó seductora, saldrá de la mesa exclusiva de las novedades VIP diríamos, para aterrizar en algún exhibidor alternativo, luego en algún estante olvidado, después en una mesa de saldos y por último, en el húmedo y oscuro depósito de la librería, nicho final para el intento fracasado. Ya vienen otros –le advierten–, vendete bien que ya vienen otros a reemplazarte, a sacarte del lugar, a empujarte hacia el filo de la mesa para que te caigas y te hagas mierda contra el piso alfombrado.
No desaparecerá tu libro, sin embargo, no, tenelo por seguro. Sea como fuere, es un símbolo de la cultura, un icono de la erudición, vale por mil alpargatas, tiene mayor peso específico que una empanada, una corbata o una licuadora. Irá, eso sí, con otros millones, al depósito oscuro y maloliente de la librería. No te extrañe incluso que vuelva un día, como el hijo pródigo, a la misma editorial donde lo hicieron. Y quede allí, al igual que esos residuos radioactivos que deben pasar una eternidad bajo tierra, encerrados en cilindros de baquelita, teflón y plastilina para que no contaminen el ambiente, hasta que puedan convertirse en abono para las macetas de las casas solariegas.
De última, reaparecerá de nuevo, Lázaro impreso, en la mano de algún boliviano indocumentado, junto a otros dos libros y una birome, como oferta por única vez y en carácter de exclusividad, a bordo de un ómnibus de línea o un tren suburbano, todo por el irrisorio precio de un peso. Entonces, caballeros, no esperen de mí una lucha limpia. No la esperen. Les voy a pegar abajo, mis amigos, debajo del cinturón, justo a los huevos, les voy a meter los dedos en los ojos y les voy a rozar con mi cabeza la herida abierta de la ceja.
“Puto el que lee esto.”
(…)
Y allí estará la frase, la que vale, la que pega. El derechazo letal del Negro Monzón en el entrecejo mismo del tano petulante, el trompadón insigne que sacude la cabeza hacia atrás y hacia adelante como perrito de taxi y un montón de gotitas de sudor, de agua y desinfectante que se desprenden del bocho de ese gringo que se cae como si lo hubiese reventado un rayo. “Puto el que lee esto.” Aunque después el relato sea un cuentito de burros maricones como el de Platero y yo, con el Angelus que impregna todo de un color malva plañidero. Aunque la novela después sea la historia de un seminarista que vuelve del convento. Aunque el volumen sea después un recetario de cocina que incluya alimentos macrobióticos.
No esperen, de mí, ética alguna. Sólo puedo prometerles, como el gran estadista, sangre, sudor y lágrimas en mis escritos. El apetito por más y la ansiedad por saber qué es lo que va a pasar. Porque digo que es puto el que lee esto y lo sostengo. Y paso a contarles por qué lo afirmo, por qué tengo autoridad para decirlo y por qué conozco tanto sobre su intimidad, amigo lector, mucho más de lo que usted nunca hubiese temido imaginar. Sí, a usted le digo. Al que sostiene este libro ahora y aquí, el que está temiendo, en suma, aparecer en el renglón siguiente con nombre y apellido. Nombre y apellido. Con todas las letras y hasta con el apodo. A usted le digo.

Publicado en Radar Libros de Página 12 el domingo 20 de abril de 2003 (http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-539-2003-04-20.html)

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Soy, definitivamente, un verdadero puto. Me lo leí de un tirón. Bárbaro.

Saludos,
Andrés M.

delcastilloencantado.blogspot.com dijo...

Comparto cada palabra, cada frase, cada párrafo del enorme Fontanarrosa( si lo conocieron en vida, era corpulento). Siempre asisto a sus páginas memorables para extraerme un sonrisa cuando ando con malparidez cósmica o cómica, según se este de ánimo, sobretodo Boogie El Aceitoso(¿se escribe así?).
Y muy buena seguidilla de aperturas de un texto con llamados de atención al puto lector, que al fin y al cabo es a quien va dirigido un texto, este texticulo. Para la muestra el botón anterior...

keki dijo...

Viva la Argentina!!!!

EL negro además adjudicaba a los libros gordos un abuso de nuestra confianza, "pero que se han Creido".

Juan Sasturain, dice que "peco" en hacer reír, para entrar a canones o mierdas similares. Aqui se lo adoraba, se lo adora, y se lo adorará.

Es un grosso, así como se rompió el orto escribiendo bellezas de este tipo, supo que su lugar era Rosario, como dice la película de Aristarain "un lugra en el mundo": “cuando uno encuentra su lugar, no puede irse”.

No se erpte esto al leer aquello.

gracias, lindo el Blog-

Y que linda Peli Wall-e!!!

Eva!!!!

Frank dijo...

Estaba yo viendo los blogs de todos los que tengo enlazados en el mío, cuando veo el título del tuyo, maldito seas por publicarlo y maldito Fontanarrosa por escribirlo, sobre todo porque funciona y lo hace muy bien, al fin y al cabo importa menos el contenido, pero te lo deboras en un solo tirón...
Como siempre, gracias Samuel.

Anónimo dijo...

Antes de leerlo atendì una llamada telefònica, en la que con justa causa, casi tuve que "Emputarme" y digo casi, porque a diferencia de Boogie por lo cual siento gran pena, en ocasiones suelo ser muy sutil.
Ahora que lo he leido pienso, entre otras cosas.... "Puto el que lea esto", y yo que soy una mujer, que vengo siendo ahora que lo he leìdo????,

Buenìsimo!!! Samy

yacasinosoynadie dijo...

Pues hombre se lee muy bien, muuuy bien. El negro era un crack… Lo único es que yo no leería un cuento que comienza así.

Jaime Dario Castañeda Alviar dijo...

aunque ahora quedo en la categoría de "puto" pués no importa, es afortuando y valioso sentir como alguien con las palabras (escritas o narradas) puede envolvernos y estremecernos de tal forma. Nos hace recordar nuestra multidimensionalidad. Gracias por el apunte Samuel.

Anónimo dijo...

Hey, Sami, cómo va todo?? Me enganché muchísimo leyendo tu blog, está bárbaro. Y, mirá, cone te tema de los putos y los lectores, me acordé de un blog muy chistoso donde, con machismo digno de guajiro, pontifica o "putfica lo siguiente:

Es de puto soplapollas lavarse los dientes despues del almuerzo en la oficina, el verdadero macho se saca los restos de peceto con un clip” “Es de trabucardi regalarle un caramelo a una minita en la Semana de la Dulzura. El no-va-más de los chomas pulentas le dice "Si querés algo dulce, acá tenés mi pingo, y ahora no me hinchés las pelotas que tengo que ver el partido de Chaca".”“Es de puto que se excita con Roberto Giordano pedirle un "sorbete" a la kioskera. El macho amateur dice "¿me das una pajita ?" mirando con sonrisa lasciva. Y el auténtico macho de las pampas bonaerenses dice "dame una paja para esta botella bebé" mientras le agarra la mano y la apoya en su tobul.” “es de exelentisimo consul de maracaibo ,seguir las indicaciones del prospecto de los psicofarmacos,el macho salado si dice 1 , se toma 4 y para no quedarse corto se toma otra a los 10 minutos” “ES DE PUTO ESTAR COMO LOCO POR IR AL ZOOLOGICO PARA VER EL NUEVO LEON BLANCO QUE VINO DE NO SE DONDE MIERDA!” “Es de "orto traga locomotoras diesel" aceptar de un kiosquero un caramelito como vuelto. El argento masticador de rieles exige la moneda, y si no se la dan, le mea los cabshas.”“es de recontramil reputazo tragasable pedirse un bellini (champagne con jugo de durazno) en la recepción de un casorio, el gran machazo chorga larga de la selva misionera toma ferné con coca y si hace falta ferné solo.” “Es de goloso del havannet de carne usar dos bolsas para las botellas en el supermercado. El tiburón de las góndolas del Atlántico Sur carga todo en el carro (jamás "carrito", a lo sumo "chango") y se lo lleva hasta su casa, arrojándo las bolsas sin usar en la vía pública.”“Es de ultraputaso leer las Condiciones de Uso de los programas que se instalan en la compu. El verdadero macho cabrón da Aceptar siempre” “Es de GAY que tiene un burlete en el culo porque no puede cerrarlo escribir sin faltas de ortografía, el verdadero cavernicola macho alzado escribe como le parece” “Es de ave del paraiso distinguir entre apio, acelga, espinaca o radicheta. Todo buen vikingo le dice a todo eso lechuga.”

abrazo fuerte para todos!