Entonces, ¿qué ocurrió a principios de octubre? Lo que siempre les pasa a los playboys como yo.
Me agarraron.
No fue una sorpresa alguna, dada la vida tan disipada que llevaba. Ni tampoco fue una cosa sin importancia. Mi novia, Suriyan, se enteró que andaba con una de sus hermanas. Socios: nunca, nunca, nunca se metan con una perra llamada Awilda. Porque cuando se ponga a awildar, van a saber lo que es dolor de verdad.
Debí haber tratado de ingresar en algún programa de rehabilitación de chochacólicos. Pero si piensan que eso es posible, entonces no saben nada de los hombres dominicanos. En vez de centrarme en algún difícil pero útil, como, digamos, mis propios líos, me centré en algo difícil y redentor.
De la nada, y nada influido por mi propio estado mental -¡Claro que no!-, decidí que iba a arreglarle la vida a Óscar. Una noche mientras lamentaba su triste existencia, le pregunté: ¿De verdad quieres cambiar?
Por supuesto que sí, dijo, pero nada de lo que he intentado ha podido aliviar mi situación.
Te voy a cambiar la vida.
¿De verdad? La mirada que me echó… después de todos estos años, todavía me parte el corazón.
De verdad. Pero me tienes que hacer caso.
Óscar se levantó con dificultad. Se llevó la mano al corazón. Juro obediencia, mi señor. ¿Cuándo comenzamos?
Ya verás.
A las seis de la mañana del día siguiente, le di una patada a su cama.
¿Qué pasa?, se quejó.
Na, dije, lanzándome las zapatillas de deporte a la barriga. Solo que es el primer día del resto de tu vida.
La verdad que debía de estar muy jodido por lo de Suriyan… y fue por eso que me lancé con toda seriedad al Proyecto Óscar. Esas primeras semanas, mientras esperaba que Suriyan me perdonara, tenía a ese gordo como el Asesino Principal del Templo Shaolin. Estaba arriba de él 24/ 7. Lo convencí que dejara la locura de parar a jevitas que no conocía en la calle para decirles te-amo. (Lo único que estás logrando es asustar a esas pobres muchachas, Ó.) Lo convencí que empezara a cuidar su dieta y dejara de hablar de modo tan negativo —Soy un malhadado, pereceré virgen, carezco de pulcritud—, por lo menos mientras yo estuviera presente. (¡Pensamientos positivos, le grité, pensamientos positivos, hijoeputa!) Hasta lo invité a salir conmigo y mis panas. Nada serio: solo a un trago cuando íbamos en grupete y su monstruosidad no se notaba tanto. (Los panas lo odiaron: ¿Y ahora qué? ¿Vamos a empezar a invitar a los homeless?)
¿Pero mi mayor éxito? Logré que el tipo hiciera ejercicio conmigo. Lo puse a fokin correr.
Esos es para que vean: Ó. me respetaba de verdad. Ningún otro lo hubiera convencido. La última vez que había intentado correr había sido en el primer año, cuando pesaba cincuenta libras menos. No puedo mentir: el primer par de veces casi reí viéndolo jadear por George Street, sus negras y cenicientas rodillas temblando. La cabeza baja, para no tener que oír o ver las reacciones. Casi siempre solo algunas risitas y algún Hey, gordo. ¿Lo mejor que oí? Mira, mamá, ese ha sacado su planeta a correr.
No le pongas atención a esos comemierdas, le dije.
No worry, jadeó, muriéndose.
La defensa
¿Cómo fusionar el mundo y la historia de República Dominicana (en representación de Latinoamérica) con el mundo y la historia de Nueva York en una sola obra? Eso es lo que logra Junot Díaz en esta maravillosa novela. Y lo hace a través de un héroe latino, nerd, obeso, vírgen y perdedor: Óscar Wao.
El inglés y el español danzan en armonía en toda la historia. Yo leí la traducción en español, pero dicen, quienes la leyeron en inglés, que se percibe igual de natural y espontáneo el uso del español y de tantos modismos dominicanos. En una entrevista Junot Diaz menciona que para él es más fácil y mejor incluir que excluir. Por eso cede ante la mezcla de los idiomas, ante las referencias del Señor de los anillos, las películas de ciencia ficción, la política y la lírica en muchos fragmentos.
En La maravillosa vida breve de Óscar Wao, como en las grandes obras, lo trascendental, la gran historia convive con lo cotidiano. Aquí la dictadura de Trujillo infiltra, de la manera más natural, la vida de la familia León, y por supuesto de Óscar; además con la impronta trágica que siempre será mejor explicada, para nosotros los latinos, con la magia y las maldiciones que con la razón: el Fukú. Cuando la lean ya entenderán.
Para completar mi defensa, presentó, señor Juez, la reseña que Camilo Jiménez escribió hace un par de meses al respecto en su blog El ojo en la paja. Lo que queda por decir está allí.
La fiscalía
¡Qué portada tan asquerosa la que trajo Mondadori para la edición en Colombia!
Lo segundo no tiene nada que ver con Junot y su novela, es culpa de mi bolsillo. ¡Cómo me duele no poder ir al Hay Festival en Cartagena para conocerlo la próxima semana. Me toca conformarme con YouTube. Para los demás resentidos como yo que no pueden viajar les dejó (ver al final de esta entrada) la primera parte de una entrevista que le hacen a propósito de su libro.
Veredicto
Algo está pasando en los Estados Unidos, algunas de las mejores novelas recientes, según dicen las malas lenguas: Granta, The New Yorker, el mismo Pulitzer, son de autores gringos y latinos a la vez:
Escritas en inglés, pero enriquecidas con el español o con la cultura latinoamericana: Daniel Alarcón, Francisco Goldman y Junot Díaz (también puede entrar Edwidge Dandicat y su amado y odiado Haití)... ¡Un fantasma está recorriendo los Estados Unidos! Al parecer muy poco sirve el muro que han construido en la frontera con México. Demasiado tarde, esa cosa latina, que algunos gringos tanto temen, la tienen bien metida en las entrañas. Ya era hora que todas las culturas de las repúblicas banana de las Américas comenzaran a fundirse, eso es lo que mejor demuestra la novela de Junot Díaz.
Comuniquese y cúmplase
3 comentarios:
Me ha gustado tu reseña.
Hola, Gerardo: Gracias por el comentario.
Bienvenido por el Cuaderno.
Me leí a Wao, a ver que tanta era la bulla (paperback, 14 dolares).
Y si, es un libro del putas. Wao es muy bacano , pero me gustaron mas los personajes femeninos (Beli, la Inca, Lola). Tiene razon Junot Díaz cuando dice que una lectura previa de la Fiesta del Chivo, por ejemplo, puede enriquecer la experiencia de lectura. Como me lo leí de un tirón, ahora lo reeleré despacito y sin afán. Gracias por la recomendacion.
Publicar un comentario