Hace unos días, una buena amiga, Helena del Corral, con quien tenemos un amor felino común, me recordó esta historia que fue publicada por el doctor David M. Dosa en la revista médica más importante del mundo: The New England Journal of Medicine en julio de 2007.
Óscar, el gato de la foto, vive en un hogar para ancianos en Rhode Island. Su trabajo es bien particular: predecir la muerte. Hasta el momento en que publicaron esta breve crónica lo había hecho 25 veces.
Óscar el gato, se despierta de su siesta, abre un solo ojo para supervisar su reino. Desde la cima del escritorio en el área de las historias clínicas, el gato mira detenidamente abajo las dos alas de la unidad de demencia avanzada del hospicio. Sin novedad en los frentes occidental y oriental. Poco a poco, se levanta y extiende su elástico cuerpo de dos años, primero hacia atrás y luego hacia delante, se sienta y piensa su próximo movimiento.
En la distancia, un residente se aproxima. Se trata de
Oscar se baja de la mesa de un salto , tranquilo y con completo control de sus dominios. Se toma un momento para beber agua de su taza y comer un bocado. Satisfecho, se estira y emprende una nueva ronda. Decide bajar al ala oeste en primer lugar, pasa con disimulo junto al señor S., quien se sentó en un sofá del pasillo. Frunce ligeramente los labios y ronca, quizá ignora en donde vive. Oscar sigue por el pasillo hasta que llega al fondo, a la habitación 310. La puerta está cerrada. Óscar se sienta y espera. Él tiene un importante negocio ahí.
Veinticinco minutos después, la puerta se abre y sale una auxiliar de enfermería con ropa de cama sucia. “Hola, Óscar”, dice, “¿vas a entrar?” Óscar le cede el paso y luego ingresa a la habitación, donde hay dos personas. En una esquina frente a la pared está la señora T. dormida en posición fetal. Su cuerpo es delgado y sus órganos han sido devorados por el cáncer de mama. Su piel es amarilla y no ha pronunciado palabra en varios días. Junto a ella está su hija quien levanta la mirada de su novela para saludar cariñosamente al visitante: “Hola, Óscar, ¿cómo estás hoy?”
Óscar ignora la mujer y brinca sobre la cama. Vigila a la señora T. Ella está, claramente, en fase terminal de su enfermedad y su respiración es dificultosa. El examen de Óscar es interrumpido por una enfermera quien le pregunta a la hija si la señora T. está incómoda o necesita más morfina. La mujer responde que no con la cabeza y la enfermera se retira. Óscar regresa a su trabajo. Olfatea el aire, le da una última mirada a la señora T. y luego salta de la cama y rápidamente sale de la habitación. Hoy no.
Se regresa por el pasillo e ingresa a la habitación 313. La puerta está abierta y entra. La señora K. está durmiendo tranquila en su cama, su respiración es suave. La rodean fotografías de sus nietos y del día de su boda. Pero a pesar de estos recuerdos, ella está sola. Óscar salta sobre la cama y husmea el aire, hace una pausa, examina la situación y luego da dos vueltas antes de enroscarse junto a la señora K.
Pasa una hora. Óscar espera. Una enfermera entra a la habitación a revisar a la paciente. Se detiene para observar a Óscar. Preocupada deja la habitación y regresa al puesto de enfermería, toma la historia clínica de la señora K. y comienza a hacer llamadas telefónicas.
Media hora después empiezan a llegar la familia. Llevan sillas a la habitación para empezar la vigilia. Llaman al sacerdote para que realice los rituales de despedida. Óscar no se ha movido, ronronea y husmea a la señora K. Uno de los nietos le pregunta a su madre: “¿qué es lo que el gato está haciendo aquí?” La mujer, controlando sus lágrimas le responde: “él está aquí para ayudar a la abuela a llegar al cielo”. Treinta minutos después la señora K. muere. Con esto, Óscar se sienta, mira a su alrededor y, a continuación, sale de la habitación en silencio y deja a los familiares con su duelo.
En su camino al área de las historias clínicas, Óscar pasa junto a una placa puesta en la pared. El grabado es un elogio por la gestión del hospicio: “Por su compasiva atención, esta placa se le concede a Óscar el Gato". Óscar toma un rápido trago de agua, vuelve a su escritorio y se enrosca para un largo descanso. Su trabajo está cumplido. No habrá más muertes hoy, no en la habitación 310 ni en otra habitación. Después de todo, nadie muere en la tercera planta a menos que Óscar haga su visita y se quede un rato.
6 comentarios:
Hola Sami... he de admitir que no habai entardo a ver tu blog, hoy lo hice y lo que lei (OSCAR EL GATO) me gusto mucho... no soy critica de literatura ni nada pro ele stilo , solo se que em saco una sonrisa... un abrazo cara de Sami
Profe, muy particular la historia de "Oscar", pensar que para muchas personas podria significar la última compañia de alguien antes de iniciar el viaje sin regreso...¡Los animales son seres hermosos!!!!
Otro gato de estos que predicen o predican el futuro negro y no vuelvo a entrar a tu blog....
isaías
Me produjo escalofríos la historia de Oscar. Un felino presiente la muerte y decide acompañar al enfermo durante sus últimos minutos. Hay algo sublime ahí.
Me quedo con lo que Borges dice de los gatos, eso de que viven en la eternidad, que no padecen el paso del tiempo.
Anónimo, o mejor Anónima, dime quien eres.
Karina: bienvenida por el Cuaderno. Aquí hay una sección permanente de Literatura Felina que te puede interesar.
Isaías: No todos los gatos predicen eventos terribles. Mi gata, Vriginia, fue la primera en enterarse de que yo iba a ser papá. Antes de hacernos la prueba de embarazo cambió su comportamiento con Lina, se volvió más querendona y protectora, luego vino la prueba y... ¡Bingo!
Jorge: hay un poema muy bello que Borges le dedica a su gato Bebbo, voy a buscarlo y lo posteo pronto.
los humanos somos los mas inutiles de los mamiferos pues no solo no vemos los eventos normales de la vida (embarazo, muerte, tristeza, dolor)si no que cuando finalmente los vemos no sabemos como comportarnos y tener un papel de acompañamiento real.
Lina T.
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