miércoles, 22 de julio de 2009

El nuevo periodismo en Rolling Stone

Tal vez desde diciembre de 2008 ya no la volví a ver en los puestos de revistas. Creo que el último número de Rolling Stone-Colombia tiene el afro dorado del pibe en la carátula y un muy buen perfil sobre él escrito por Ricardo Silva Romero. Supongo que es eso que llaman la crisis económica mundial, pero bueno, seguiré husmeando de vez en cuando la revista desde internet, así sea la edición gringa.
El texto a continuación es la introducción del libro Reportajes. El Nuevo Periodismo en Rolling Stone publicado en 1977, a los diez años de su fundación en San Francisco, y traducido al español por Anagrama en 1979. Tuve la fortuna de encontrar esta joya con la ayuda de Álvaro Castillo, en su entrañable librería San Librario.
¿Qué tienen los artículos de Rolling Stone para haberse convertido, algunos de ellos, en míticos? Eso es lo que trata de explicar Paul Scanlon, director de la revista de aquella época, en esta introducción.
A propósito, lo planteado no sólo aplica al periodismo, considero que calza perfecto también para los escritores de ficción.


Ya que se trate de un autor que busca un encargo, un periodista que escribe un artículo para nosotros, o un amigo curioso, surge inevitablemente la pregunta: ¿Qué es el estilo Rolling Stone?
¿Cómo explicarles que no existe tal engendro? Nosotros no tenemos una legión de redactores que desmenucen cada artículo y lo estructuren de acuerdo a un credo específico. De hecho, utilizamos como guía de coherencia estilística el Manual de Estilo de University of Chicago Press... volumen conocido sólo por nosotros y algunos cientos más de publicaciones periódicas. No Pedimos a la gente que escriba pensando en "un pasota melenudo de Iowa" o de donde sea. Pedimos que el pasota, el corredor de bolsa, el cocinero de comida orgánica, el coronel retirado, el músico y el profesor tengan posibilidades similares de apreciar el artículo.
No pedimos a la gente que escriba un artículo "a la manera de Hunter S. Thompson o de Tom Wolfe", aunque suelen preguntarnos si pueden hacerlo. Ayudamos a un autor a decidir si un trabajo necesita ser narrado en primera, segunda o tercera persona, o si no necesita en absoluto este instrumento. Nos atenemos a ciertos principios del llamado Nuevo Periodismo, y a otros del viejo. Los autores que piden lecturas escogidas que les ayuden a desarrollar su tarea, suelen sorprenderse a menudo con la respuesta. Junto con selecciones de Wolfe, Talese, Thompson, Didion, Sheehy, Wakefield y otros, le pediremos que lea Golden Book on Writing, de David Lambuth, Elements of Style, de Strunk y White e Interpretative Reporting, de Curtis MacDougall.
Hasta que no hallas dominado los prncipios básicos del bien escribir y el bien informar, no tiene objeto intentar penetrar en el flujo mental de una estrella de cine, adoptar una postura favorable respecto a las carreras de caballos o inventar un nuevo tipo de puntuación. Desgraciadamente, muchos escritores jóvenes de los últimos diez años han intentado dar un salto cuántico de la A a la Z sin detenerse a considerar lo que hay en medio. El hundimiento de la prensa underground (un movimiento pujante en los años sesenta y hoy sólo unos cuantos folletos) es un buen ejemplo. La prensa underground nació con muy buenas intenciones como reacción ante al hipocresía y la represión originadas por una guerra injusta. Durante un tiempo, se convirtió en una importante fuerza social para los jóvenes de este país, que penetró en sectores que la prensa "tradicional", por inercia o por compromiso, ignoraba en términos generales. Ayudó a elevar la conciencia de una generación, pero no logró regular la suya propia. Las diatribas empezaron a sustituir progresivamente a la información; los hechos se oscurecían, se retorcían o se ignoraban descaradamente. No se hacía, por regla general, ninguna corrección. Los artículos, en su mayor parte, llegaron a ser ilegibles. Su contenido, increíble. Las publicaciones alternativas (leáse, no underground) que empezaron en ese periodo y sobreviven hoy, lo lograron ateniéndose a las normas básicas del buen periodismo y a la certeza de que no se puede engañar a mucha gente mucho tiempo.
En Rolling Stone procuramos, además, no engañarnos a nosotros mismos. Se incluyen aquí dieciocho ejemplos de cómo abordar nuestra tarea. Los temas son diversos; los estilos aún más. En conjunto, debe constituir un ejemplo de lo que en realidad es "el estilo Rolling Stone": no una forma de escribir sino una actitud.
Rolling Stone empezó en 1967 como publicación orientada a la música rock. La mayoría de las publicaciones (tanto revistas como periódicos) no sólo no se tomaban en serio la música sino que además no entendían su significado cultural. Rolling Stone sí, y llenó con ello un hueco, y logró prosperar. La música sigue siendo parte integrante de la cultura, pero ya no constituye el eje, como en 1967. La revista ha desviado la atención, en consecuencia, hacia una serie de temas, sin dejar de cubrir la música rock, pero abarcando otras áreas culturales. La actitud que ayudó a Rolling Stone a empezar no ha variado ni cambiado: otras publicaciones olvidan el objeto de la información que ofrecen, ignorando acontecimientos significativos, o se ven limitadas por sus propias censuras y actitudes anacrónicas. Admitimos, por supuesto, un porcentaje de errores. Pero no hay que olvidar que llevamos ya nueve años en la brecha.
Los artículos incluidos en este libro son diversos en cuanto al tema, pero tienen todos una cosa en común: representan cada uno un problema que el escritor hubo de resolver, bien la recopilación de material, bien la estructura de éste; el de abordar y narrar un acontecimiento, tal como se presenta o el de intentar interpretarlo. Y hasta qué grado interpretarlo. No hay nada insólito en estos planteamientos. Todo periodista, sea cual sea la publicación para la que escriba, se enfrenta con dilemas similares. Lo que quizá sea único, si uno quiere experimentar (sin olvidar los principios básicos), si uno quiere arriesgar unas cuantas innovaciones, son las soluciones.
Ejemplo: Joe Eszterhas fue a McCall, Idaho. Leyó los informes policiales, vio las transcripciones de radio, entrevistó a los ayudantes, a gente del pueblo, a los funcionarios municipales, estudio la cultura local y volvió a San Francisco a reflexionar sobre aquel laberinto. El sheriff Jim Perkins fue tiroteado y muerto por sus propios ayudantes después de una caza a gran velocidad iniciada por el propio Perkins. La tragedia no tenía explicación fácil, pero había claves. Eszterhas decidió que si contaba la historia a través de un narrador, un personaje de ficción que llevase mucho tiempo residiendo en McCall, podría exponer las claves y ayudar a explicar el porqué de la furia del sheriff Jim Perkins:

A Jim Perkins no es que le interesase gran cosa la política, pero a finales del otoño pasado empezó a hablar del Watergate y empezó a usar la palabra "derrumbe" para englobar sus otras quejas. Decía que cualquier hombre sensato que mirase a su alrededor podía ver claramente cómo se desmoronaban los cimientos: el país, la ley y ahora el presidente de Estados Unidos. No quiero exagerar esto para que los sensacionalistas no lo hinchen y hagan de ello un titular... en realidad Watergate era sólo una de las cosas que le molestaba a Jim...

Un narrador, visible o no, real o ficticio, puede ser contraproducente si se utiliza en un contexto inadecuado. En este caso, el narrador explica la historia de un modo que sería imposible con una simple enumeración directa de los hechos, y permite además al autor crear una tensión dramática, como en un relato corto.
Otro ejemplo: Tom Burke quiso examinar la situación del movimiento gay centrándose en el desfile y concentración en pro de los derechos gays que se celebra anualmente en Nueva York. Quería dejar claro, al mismo tiempo, al principio del artículo y a través de él, que, pese al empuje del movimiento gay, había aún un abismo entre homosexuales y heterosexuales. Escribió, pues, la introducción a través del prisma de dos norteamericanos conservadores de clase media:

No, no se confunda, ellos no son los típicos paletos de provincias, este buen ciudadano de Pasadena y su mujercita, son gente civilizada, no son propensos a escandalizarse y no van a caer de culo en medio de Nueva York con sus bermudas, sus camisas chillonas y sus cámaras colgadas del cuello como talismanes, pero esto, esto, les deja patidifusos, convertidos en estatuas de sal como la mujer de Lot, cuando se topan de cara con este espectáculo de pesadilla: 10.000 pervertidos avanzando hacia ellos, a pleno mediodía de domingo, bajando la séptima avenida embozados en suntuosos perifollajes; machos cósmicos con zapatos de plataforma de color lima, machos agresivos con hombreras de balón-volea cogidos de las manos, chicos barbudos vestidos de enfermeras, lesbianas con sonoras zambonas, con capotes Sweet O.R.R. y gorras de béisbol, todos conducidos de modo triunfal a través de Manhattan por una docena de gargantuescos travestís...

Las soluciones no siempre se presentan en una forma de narradores, monólogos interiores o lo que mi colega el Dr. Thompson denominó en cierta ocasión "introducción simbiótica trapezoidal". Lo más frecuente es que la solución consista en trabajar de firme. Pensemos en "El terrible poder de la industria nuclear y cómo silencio a Karen Silkwood", de Howard Kohn. En primer lugar, mucho trabajo detectivesco, sin dejarse influir por lo que parece un encubrimiento de las circunstancias que rodearon la muerte de Silkwood. Segundo, un conocimiento global de la industria nuclear, la Comisión de Energía Atómica y los problemas que plantean los generadores; tercero, un conocimiento de lo que es el plutonio y de los efectos que puede causar en el organismo humano. Y, por último, unas quince mil palabras de texto definitivo. Y, por supuesto, valor.
Desde el punto de vista del director, las soluciones estriban en conseguir un espacio para quince mil palabras, o dejar al escritor desarrollar libremente una idea nueva, o desafiar lo que uno considera la actitud de su público. Lo cual vuelve a llevarnos a la cuestión primera y, ojalá, a una respuesta. El Nuevo Periodismo, como el "estilo Rolling Stone", es una cuestión de actitud más que de forma. Muchos de los artículos y trabajos incluidos en este libro tratan de acontecimientos que también abordó la prensa diaria y otras publicaciones periódicas. Y la mayoría de esos otros artículos se vieron limitados por fórmulas consagradas y precisas o por falta de espacio suficiente, o empañados por la incapacidad de la publicación para sacrificar una o dos vacas sagradas.
Algunos de los trabajos incluidos aquí son estilísticamente audaces; otros consisten básicamente en periodismo de información, convencional y directo. Pero todos son, a su manera, únicos. Y eso nos lleva a la cuestión definitiva: ¿Qué es el estilo Rolling Stone? Es, literalmente, la suma de sus partes.

PAUL SCANLON

Tomado de: Paul Scanlon. Reportajes. El Nuevo Periodismo en "Rolling Stone". Editorial Anagrama. Barcelona, 1979. pp. 5-10




4 comentarios:

Deprisa dijo...

Pues sí señor, gran parte de lo que dice se puede aplicar a cualquier escritor sea de artículos, ficción e incluso poesía. No conocía el artículo y me ha encantado :)

pitusa dijo...

Hola, he visto tu blog al lado del mío, en diseño, lo malo que de ello no creo que me permitan ya voté, pero no se si de cultura aún me permiten, acabo de ponerme a votar y no se muy bien como va, pero si me lo permiten ya tienes mi voto.
Me gusta el blog, muy trabajadas las entradas, te deseo los mejores éxitos.
Ya te sigo desde ahora mismo.
Un saludo de pitusa

Pulgamamá dijo...

Samuel gracias por compartir el articulo. Dice tantas cosas ciertas. Antes de empezar a inventar con la narrativa hay que saberse lo basico. Rollingstone ha publicado textos que pasaron a la historia y ni hablar de portadas (como esta de Jhon Lennon) que se quedaron para siempre grabadas. Un abrazo!

Samuel Andrés Arias dijo...

Deprisa y Pitusa: Bienvenidos al Cuaderno.
Extranjera: tienes razón y es una lástima que hayan desaparecido la edición para los países andinos. Aunque era un poco irregular, de todas maneras hay más de un texto y muchas fotografías que son clásicos.