jueves, 14 de mayo de 2009

A juicio: Los hombres que no amaban a las mujeres


La evidencia

El abogado Nils Bjurman se retorcía de dolor. Sus músculos estaban inutilizados. Su cuerpo parecía paralizado. No estaba seguro de haber perdido la conciencia, pero se hallaba desorientado y no recordaba muy bien que le había pasado, cuando, poco a poco, fue recuperando el control de su cuerpo, se encontró desnudo, tumbado de espaldas sobre su cama, con las muñecas esposadas y dolorosamente despatarrado. Tenía quemaduras que le escocían en las zonas donde los electrodos habían entrado en contacto con su cuerpo.

Lisbeth Salander estaba tranquilamente sentada en una silla de rejilla que había acercado a la cama, donde, con las botas puestas descansaba los píes mientras se fumaba un cigarrillo. Cuando Bjurman intentó hablar se dio cuenta de que su boca estaba tapada con cinta aislante. Giró la cabeza. Ella había sacado los cajones y vaciado su contenido.

–¿Para qué sirve esto? –dijo ella, mostrándole un enorme tapón anal–. No, no intentes hablar; digas lo que digas no te voy a entender. ¿Es esto lo que usaste conmigo la semana pasada? Basta con que asientas con la cabeza.

Se inclinó hacia él, expectante.

Nils Bjurman sintió repentinamente cómo un terror frío le recorría el pecho y perdió el control. Tiró de las esposas. Ella había tomado las riendas. Imposible. No pudo hacer nada cuando Lisbeth Salander se inclinó sobre él y le colocó el tapón entre las nalgas.

­–Así que te va el sado –dijo él. Te gusta meterle cositas a la gente, ¿verdad?

Ella lo clavó con la mirada; su cara era una inexpresiva máscara.

–Sin lubricante, ¿no?

Bjurman emitió un alarido a través de la cinta aislante cuando Lisbeth Salander, brutalmente, separó sus nalgas y le metió el tapón en su sitio.

–Deja de quejarte –dijo Salander, imitando su voz–. Si te pones bravo voy a tener que castigarte.

Se levantó y bordeó la cama. Él indefenso, la siguió con la mirada… “Qué coño va hacer ahora?” Desde el salón, Lisbeth Salander llevó al dormitorio un televisor de 32 pulgadas sobre ruedas. En el suelo estaba el reproductor de deuvedés. Todavía con la fusta en la mano, lo miró.

–¿Me estás prestando toda tu atención? –preguntó–. No intentes hablar: basta con que muevas la cabeza. ¿Me oyes?

Él asintió.

–Muy bien. –Se inclinó y cogió la mochila–. ¿La reconoces?

Él movió la cabeza.

–Es la mochila que llevaba cuando te visité la semana pasada. Es de lo más práctico. La he tomado prestada de Milton Securuty.

Abrió una cremallera que había en la parte inferior.

–Esto es una cámara digital. ¿Sueles ver Insider, en TV3? Es como las mochilas que usan esos terribles reporteros cuando graban algo con cámara oculta. –Cerró la cremallera­–. ¿El objetivo? ¿Te estás preguntando dónde se esconde? Es el detalle más exquisito. Gran angular con fibra óptica. El ojo parece un botón y se oculta en el cierre del asa. Quiza recuerdes que coloqué la mochila aquí en la mesa antes de que empezaras a meterme mano. Me aseguré bien de que el objetivo apuntara hacia la cama.

Le mostró un disco y lo insertó en el aparato reproductor. Luego giró la silla situándola de manera que pudiera ver la pantalla del televisor y se sentó. Encendió otro cigarrillo y pulsó el botón de encendido. El abogado Bjurman se vio a sí mismo abrirle la puerta a Lisbeth Salander. “¿Ni siquiera te enseñaron las horas en el colegio?”, saludó, irritado.

Le puso toda la película. Terminó al cabo de noventa minutos, en medio de una escena en la que el abogado Bjurman, desnudo, estaba apoyado contra el cabecero de la cama, tomándose una copa de vino mientras contemplaba a Lisbeth Salander acurrucada en la cama con las manos esposadas en la espalda.

Apagó la tele y permaneció callada en la silla durante más de diez minutos sin mirarle. Bjurman ni siquiera se atrevió a moverse. Luego Lisbeth Salander se levantó y se dirigió al cuarto de baño. Cuando volvió se sentó en la silla. Su voz resultaba tan áspera como el papel de lija.

–Cometí un error la semana pasada –dijo–. Creí que iba a tener que chupártela otra vez, lo cual, tratándose de ti, es de lo más asqueroso, pero no tanto como para no ser capaz de hacerlo. Creí que conseguiría fácilmente material con la suficiente calidad para demostrar que eres un asqueroso y baboso viejo. Te juzgué mal. No había entendido lo podidamente enfermo que estás.

”Te voy a hablar claramente –prosiguió­–. Esta película muestra claramente como violas a una retrasada mental de veinticuatro años de la que has sido nombrado administrador. Y no tienes ni idea de lo retrasada que puedo llegar a ser si hace falta. Cualquiera que vea esto descubrirá que no sólo eres una mierda sino también un loco sádico. Ésta es la segunda y última vez, espero, que veo esta película. Bastante instructiva, ¿a que sí? Yo creo que va a ser a ti a quien van a encerrar no a mí. ¿Estás de acuerdo?”

Lisbeth esperaba. Él no reaccionaba, pero ella pudo ver que estaba temblando. Agarró la fusta y le dio un latigazo en medio de sus órganos sexuales.

–¿Estás de acuerdo? –repitió con una voz considerablemente más alta. Él asintió con la cabeza–. Muy bien. Entonces, eso ha quedado claro.


Stieg Larsson. Los hombres que no amaban a las mujeres. Bogotá: Destino; 2008. Páginas 300 a 303.



La defensa

No sé cuántos millones de ventas tiene este libro y los otros dos volúmenes de la serie Millenium de Stieg Larsson. Dicen por ahí que además de ser un best seller ha sido bien recibido por la crítica, para algunos la obra de Larsson está revolucionando la novela negra.
La verdad a mí me encantó la novelita (novelota, más bien, tiene 672 páginas). La leí en Semana Santa y me divertí montones. Es como cuando Hollywood estrena algún éxito con todos los ingredientes que tiene que tener una película taquillera: un gran misterio, intriga, sexo, corrupción, multinacionales, informática, ternura, líos familiares, amor, violencia, mejor aún, violencia sexual, etc. Así es Los hombres que no amaban a las mujeres.
Todo el rollo comienza con la historia de un anciano, Henrik Vanger, gran industrial sueco, que recibe siempre para su cumpleaños una flor disecada enviada desde distintos lugares del mundo. Lo curioso es que ese regalo sólo se lo hacía Harriet, su sobrina desaparecida desde que era una adolescente y que él da por muerta.
Para resolver el misterio contrata a Mikael Blomkvist, un periodista económico venido a menos, quien termina aliándose con Lisbeth Salander, una punk medio freak y medio genio con cara de tarada que fue contratada para seguir a Blomkvist por Vanger. Bueno, el rollo es largo y suficientemente enredado para tenerlo a uno enganchado devorando páginas con avidez. Mejor dicho es una novela de fácil digestión, bien escrita y bien armada, que debería ser consumida con crispetas y Coca-Cola.


La fiscalía

Es carreta que Larsson está revolucionando la novela negra. Como ya dije es una buena novela, sobretodo, muy divertida. Pero lejos de ser una obra maestra que parta en dos la manera de escribir la literatura negro-criminal (como le dicen ahora). Es Harry Potter para adultos. Seguramente muchos lamentan que Larsson haya muerto dejando sólo tres novelas y no haber alcanzado los siete ladrillotes de la saga Potter. ¡Ah! El rollo de su muerte es otro culebrón: se infartó en un aeropuerto cuando acababa de entregar el tercer tomo de su serie al editor y sin haber visto, ni siquiera, su primer libro publicado... ¿Chévere, cierto?
Bueno, eso hace parte del gran mito "Larsson" que se está tejiendo en el mundo y obviamente sirve para vender más y más.


Veredicto

Léanla, vale la pena. Les aseguro que se van a divertir. Eso sí, no esperen que les ilumine el camino como escritores o como lectores. Simplemente van a pasar un buen rato. Yo por lo pronto me leeré La chica que soñaba con una cerrilla y bidón de gasolina en alguno de los puentes de junio. Ah, a propósito: los títulos son buenísimos.


Comuníquese y cúmplase

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente, lo empece a leer y me estoy volviendo un cuadernero si asi puede decirse!

Anónimo dijo...

Los títulos inventados en la edición francesa y traducidos a martillazos en la española... Si los títulos ya son así, me gustaría saber de qué va la novela en su original sueco