domingo, 1 de marzo de 2009
Crónicas nimias: Salta
Noche del dieciocho de agosto de 2008 en Beijing. El susurro de las noventa mil personas en el Nido de pájaro no la distraen. Al lado de la pista, una colcha blanca apenas deja asomar sus zapatos. Ella está debajo, sentada, aislada de los doce millones de ojos que la esperan. En su adolescencia, el fracaso en la gimnasia le dio el poder de la garrocha. Ha superado veintitrés veces su propia marca, cada vez mejor, cada vez más alto: 5,01 en Helsinki, 5,03 en Roma, y 5,04 en Montecarlo. No tiene afán, espera. Éste es su último intento, los dos anteriores fueron fallidos.
Yelena Isinbayeva se levanta y el estadio también. El pequeño uniforme, blanco, rojo y azul, apenas cubre fragmentos pudorosos de la piel que se adhiere apretadamente sobre cada músculo de su cuerpo perfecto. Embadurna sus manos, masculla unas palabras ininteligibles. Su mirada azul está puesta en la meta. Tantea y besa la garrocha, suspira profundo. El ritmo de su corazón se acelera a la par con el sonido de los miles de aplausos. Atrás quedó Jennifer Sticzynski, su más cercana contrincante, en los 4,80. Continúa el susurro, eleva la garrocha, mira al cielo. Corre. La punta de la garrocha toca el piso. Ella se eleva, el listón en los 5,05 metros, su vuelo no dura más de dos segundos, cae y se hunde en el inmenso colchón azul. Se para de inmediato, grita y toca su pecho con las palmas abiertas, cae de rodillas y, de nuevo, mira el cielo. Se pone de pie. Sus alaridos se mezclan con la unánime ovación. Brinca, un giro completo en el aíre. Corre con los brazos extendidos buscando un abrazo que no encuentra. Desde la tribuna lanzan una bandera, la atrapa, se cubre con ella y anda por la pista, una cámara la sigue por el costado, se detiene, se agarra la cabeza, camina, para de nuevo. Aprieta la tela tricolor, las manos apoyadas sobre los muslos. Ríe, suspira.
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2 comentarios:
uffff, mamasita: esa rusa es un bizcocho.
Sí, la nena es guapísima. Yo no soy muy amigo de los deportes, pero esta mujer me descrestó con ese brinco.
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