
Suele repetirse que la música es la voz de Dios. Anoche la escuche, pero además se me cumplió un deseo con el que he soñado muchas veces: que Dios no sea la imagen cristiana del macho barbado sino una dulce mujer que me mima y me arrulla. Ella lo hizo. Omara Portuondo cantó en el Teatro Metropolitano de Medellín, y me mimo, y me arrulló, y me sentí en el seno de Dios, mejor, de una Diosa única onmipotente y bella; llena de la sabiduría que le otorgan sus 79 años en esta tierra. Cantó y nos llevó, con cada gesto, con cada sútil y lento movimiento, con cada nota del potente instrumento que es su voz, al extasis. Ascendí por varios minutos al cielo, para luego descender a esta tierra donde sólo me queda el eco de sus canciones en varios CD que me recordarán que Dios existe y es mujer.
¡Gracias, Omara!
1 comentario:
Cómo te vamos a decir que no, Samuel.
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