domingo, 31 de agosto de 2008

La realidad es una novelista pésima

El 17 de junio de este año se reunieron Mario Vargas Llosa, Javier Marías y Arturo Pérez Reverte en Santillana del Mar, España, para hablar de su proceso creativo como escritores. Los videos se pueden ver completos en El Boomeran(g).

Aquí les traigo la transcripción de un fragmento del discurso de Javier Marías, donde afirma que la realidad es artera a la hora de crear textos literarios. Si le siguen la pista al texto o ven el video completo, se darán cuenta, que de alguna forma, aunque sin mencionarlo, sale mal librado el periodismo narrativo… ¿Será demasiada pretensión? ¿Sólo la ficción es la llamada a recrear la realidad? ¿Todo texto literario es por obligación ficción?

¿Qué dicen ustedes? ¿Qué opinan los cronistas y los lectores de “no ficción” que visitan este blog?


¿Qué tendrá de peregrino o inverosímil, de excesivamente azaroso, de arbitrario y barato esta historia para que habiendo sucedido en la realidad me la quieran contar, y además me avisen que debo creérmela, en todo caso, me la crea de hecho o no, por que efectivamente se dio así o así tuvo lugar, tanto si me gusta como si no?

Soy de los que opinan, me doy cuenta, en contra de lo que opina mi época y tanto los escritores y críticos fascinados por términos vacuos y algo pedestres como auto ficción o faction, la combinación inglesa entre Fact y fiction, entre realidad y ficción, que la única manera de contar algo verdadero es mediante el elegante y pudoroso disfraz de una invención, precisamente porque el que inventa o fabula, si lo hace bien y con consideración, o por lo menos no es mastuerzo, nunca va a plegarse a las groseras y rocambolescas imposiciones de la realidad.

Recuerdo haber dicho hace un par de años en una entrevista para The Paris Review que la realidad era una novelista pésima, porque ni elije, ni ordena ni dosifica; porque admite todas las casualidades sin rechistar, que otra cosa puede hacer si se dan en ella, porque traba con todas las inverosimilitudes, hasta en las que en una novela o en una película nos llevarían a exclamar con irritación: ¡venga ya, cómo se atreven, como pretenden que me crea esto! Porque no selecciona, ni oculta, ni aplaza cuando le tocaría seleccionar u ocultar o aplazar, porque es perfectamente capaz de arruinar un misterio o una incertidumbre y echar por tierra una zozobra, porque carece de intención y lo que es más grave, de estilo; porque a veces desconoce las pausas y otras, las prolonga en exceso, hasta hacernos perder el hilo y desinteresarnos, porque está llena de personajes planos y de situaciones sin tensión y nos informa sin cesar de detalles superfluos cuando no tediosos como el menú completo de cada comensal en el transcurso de un almuerzo, porque en ocasiones arroja tanta luz y en ocasiones tanta tiniebla que lo que parecía una historia acaba por no poder serlo, pues se sabe todo de golpe o no hay forma de averiguar nada respectivamente, porque a menudo le falta ritmo o está llena de tiempos muertos o bien se le agolpan los acontecimientos. Lo cierto es que intuitivamente casi todo el mundo está al tanto de eso y quienes cuentan historias reales incurren con demasiada frecuencia en una contradicción, por un lado, recurren a la veracidad de los hechos como aval para lo que están relatando. “Miren que esto pasó, que no me lo estoy inventando a mi conveniencia ni a mi comodidad, que por increíble que parezca las cosas sucedieron así”, y por otro, procuran que lo que es una ración de lo acaecido se parezca a una ficción, porque lo que nunca hacen es contarlo todo, contarlo tal como ocurrió, sin dejar por fuera un minuto, un detalle, una pausa, ni una espera, ni un diálogo insignificante. Por el contrario, omiten todo eso y hacerlo intentan que en su relato la realidad se aproxime o se asimile a la invención: “miren, esto pasó, pero tal cual como ustedes lo oyen o leen y como yo se los cuento, parece que no hubiera pasado, mi historia es tan perfecta que sería imposible que se hubiera desarrollado así por azar, sin la intervención de alguien, que mediara una voluntad, un ingenio, una ardid, una maquinación o un plan”.

6 comentarios:

Martín Franco Vélez dijo...

Pues me da pena con el señor Marías, pero en mi opinión la realidad es tan válida como la ficción. ¿Y si no dónde dejamos al buen Truman? ¿Al Gabo periodista? Una historia bien contada no necesariamente tiene que ser de ficción. ¿Dónde quedan los géneros periodísticos? ¿El perfil, por ejemplo, del que se puede sacar tanto? Creo que acá el hombre no atinó... ¿pura excentricidad de escritor? A lo mejor.

Camilo Jiménez dijo...

Peregrinos los argumentos de don Marías. Por supuesto que la realidad "ni elige ni ordena ni dosifica", quien lo hace es el escritor que la presenta a sus congéneres. Y ahí está el frijolito de su talento, de su arte: unos la organizan, la dosifican y eligen los hechos a presentar mejor que otros, y por eso existen Truman Capote y Darío Fernando Patiño.

¿Se estará agriando don Javier Marías, antes brillante? Ya su discurso de ingreso a la Real Academia me había dejado patidifuso. Acá se puede leer completo:

http://www.futuropasado.com/?p=1044

Diego Fonseca dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Diego Fonseca dijo...

Perdón, el comentario no era gran cosa pero ahora lo publicaré bien:

Desconozco si Marías asumió el rol del provocador (no del malevo, que es otra historia) pero en más de una ocasión he sentido como la realidad me tira de siza y acaba metiendo en corsé el texto. Que es necesario, por supuesto. Pero que los limites ya están rotos, que al periodismo se le escapa la grasa por las costuras, también.
Interesante post y buen blog. Procuraré volver.

Samuel Andrés Arias dijo...

De acuerdo con Martín, Camilo y Diego. Sin embargo, es extraño escuchar esto de un gran escritor como Marías, y no sólo esta vez, en anteriores ya lo había expuesto.
Siendo estricto, al igual que la realidad no elige ni ordena ni dosifica, pues la imaginación tampoco. Hasta Proust que era 99,99% imaginación tuvo que tomar decisiones estéticas y narrativas para contar todo su torrente imaginativo; pero lo mejor es que ese 0,001% restante era el hecho real sobre el que Proust escribía.
Diego: ¡Bienvenido!

Anónimo dijo...

Llego un poco tarde pero me parece interesante lo que se plantea, que curioso término ese de "faction". Lo cierto es que, epistemológicamente (perdón por el palabro), captar la realidad en su totalidad, con plena objetividad, es de hecho imposible. Esto nos sitúa en un plano en el que cualquier "testimonio" es de hecho una narración, y la condición de "hecho real" o "invención" no es nunca una condición a priori de la narración sino más bien una etiqueta que se le cuelga luego al texto, en un proceso de negociación tácito entre el autor (emisor) y el lector (receptor). No importa que el periodista diga que lo que cuenta está "basado en hechos reales", lo único importante (tanto en estética, cómo en ética y en política) es si el auditorio se niega a creer, acepta lúdicamente creer, o se resigna a creer porque no tiene más remedio ante tanta evidencia y tanto argumento.

Es este juego de versemblanzas y artificios, tan de borges y tan de nuestro tiempo, lo que me parece tan divertido...

Vi por Barcelona hace poco una retrospectiva de Joan Fontcuberta, el fotógrafo catalán. Hay mucho de él en este debate, hay mucho de este debate en sus montajes.

Les dejo el comentario sobre Fontcuberta:

http://juliosouto.tresneuronas.net/?p=102