Cuando abro un libro de Benedetti, debo confesar que siento algo de placentera vergüenza. ¿por qué me gusta esa poesía fácil, poco presumida, incluso tonta? No lo sé, no soy el único, por el contrario, somos millones los que nos hemos dejado seducir por sus versos simples. Es más, debo estar altamente agradecido con él porque sus poemitas fueron, por mucho tiempo, una excusa ideal para mis levantes. De alguna manera, fue un cómplice esencial para muchos de mis romances, los perdurables y los fugaces.
Después de ojear varias páginas y recordar las anécdotas de mi vida ligadas a sus poemas, siento vergüenza de mi vergüenza, negar mi amor por Benedetti, es traicionar a un buen amigo, a uno de esos imprescindibles.
Adiós y gracias, Don Mario.
Ah, a propósito: aún tengo la esperanza de que ojalá Dios sí sea mujer... me cuenta.
2 comentarios:
Creo que a muchos nos ha pasado lo mismo. Nos gusta(ba) Benedetti, pero nos avergüenza (o avergonzaba) por ser una poesía "fácil".
Es fácil en el mismo sentido en que se ve fácil como un pianista toca el piano. Pero vaya usted a intentarlo. Resulta que con "facilidad", Benedetti dio con hermosas figuras poéticas. Pero vaya usted y cree algo parecido. Termina uno cayendo en el ridículo. Porque resulta que no es fácil. En qué momento a uno se le ocurre decir que:
"El Jardín Botánico siempre ha tenido una agradable propensión a los sueños,a que los insectos suban por las piernas y la melancolía baje por los brazos hasta que uno cierra los puños y la atrapa."
oh si si, es tan cierto... nos averguenza, pero lo leimos o algunos lo leen aun, algo escribir al respecto
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